La historia detrás de la ketchup

Su origen se remonta a la antigua China, donde una salsa fermentada de pescado y especias llamada «ke-tsiap» se utilizaba para sazonar platos. Este condimento se extendió por el sudeste asiático, llegando a Malasia e Indonesia, donde los comerciantes europeos lo descubrieron en el siglo XVII.

Los británicos fueron los primeros en adaptar esta salsa asiática al estilo occidental. Al regresar a Europa, comenzaron a experimentar con diferentes ingredientes, reemplazando el pescado fermentado con setas, nueces y otros componentes locales.

En el siglo XIX, la ketchup dio otro giro significativo en los Estados Unidos. Fue allí donde se transformó en la salsa de tomate dulce y ácida que conocemos hoy. En la década de 1830, se empezaron a publicar recetas de ketchup de tomate en libros de cocina estadounidenses. Los ingredientes clave incluían tomates, vinagre, azúcar y especias, una combinación que ofrecía un sabor distintivo y un método de conservación más eficiente.

Uno de los pioneros en la comercialización de la ketchup fue Henry John Heinz, quien fundó la empresa Heinz en 1869. Heinz perfeccionó la receta y comenzó a producir ketchup en masa, utilizando botellas de vidrio para que los consumidores pudieran ver la calidad del producto. Su enfoque en la pureza y la frescura, junto con una agresiva campaña de marketing, ayudó a que la ketchup Heinz se convirtiera en un nombre familiar a finales del siglo XIX.

Con el tiempo, la ketchup se ha consolidado como un elemento básico en la cocina occidental, especialmente en los Estados Unidos, donde se utiliza ampliamente en hamburguesas, hot dogs, papas fritas y una variedad de otros alimentos. A lo largo del siglo XX, la ketchup se ha diversificado con diferentes sabores y formulaciones, incluyendo versiones orgánicas, bajas en azúcar y sin conservantes.

Hoy en día, la ketchup sigue siendo una de las salsas más populares y reconocibles del mundo.

Lu García