Por qué o por qué no consumir sal rosa del Himalaya
10 de marzo de 2022
Cada vez se vuelve más conocida y buscada la sal rosa proveniente del Himalaya como ingrediente para preparar platillos y esto ha ocasionado que su precio se eleve, ya saben, la ley de la oferta y la demanda.
Entre las cualidades que se le atribuyen se encuentran la mejora de la digestión, el alivio de problemas respiratorios y hasta para garantizar un mejor descanso, pero no quiere decir que estos atributos sean del todo ciertos.
La sal rosa tiene entre sus componentes un 98% de cloruro de sodio, es solo 1% menos que la cantidad de sodio contenida en la sal común, lo que la convierte en un símil de la sal que ya conocemos, otorgando también los mismos beneficios como potenciar el sabor de la comida, regular el PH del organismo y ayudar a controlar la presión arterial, entre otros.
Lo que hace diferente a la sal rosa de la sal común es la presencia de 81 minerales, entre los que destacan el hierro, que es quien le otorga ese color rosado, el calcio y el magnesio. Otro importante factor para diferenciarlas es que la sal del Himalaya no pasa por un proceso de refinación o purificación como sí ocurre con la sal común; pero aunque su contenido mineral quede prácticamente intacto, esto no quiere decir que aporte beneficios extras al organismo.
Consumir sal rosa puede ocasionar deficiencias en el consumo de minerales como el yodo, que ayuda a prevenir el bocio (crecimiento de la glándula tiroides) y problemas en el sistema nervioso central, especialmente en niños. Esta es la razón por la que la Norma Oficial Mexicana no cataloga este producto como sal, sino como condimento.
Otra gran desventaja de la sal del Himalaya es su precio, pues como mencionaba al principio, se ha vuelto más popular sobre todo con el auge de las redes sociales, lo que ha generado un aumento considerable en su precio. Actualmente, el kilogramo oscila entre los 60 y 90 pesos, mientras que la sal común tiene un precio promedio de 12 pesos por kilogramo.
Claro que el consumo de cualquiera de las dos, en exceso, resulta dañino para la salud; pero al menos ya sabes que no existe gran diferencia entre las propiedades de cada una, excepto el precio.